Nº 33 | Poesía | Ciencia ficción | 235 versos | Ale Decap | Chile

Abro registro en el mapa,
que siendo mes duodécimo del año
dos milenios veinte y cuatro,
recibí conforme la tarjeta
para entrar al cualquiersitio
y emprendí el peregrinaje.

Una nave tremenda
me lleva directo al destino;
porto equipaje ligero.

Anoto en el mapa
que, al pasar por la aduana,
me medirán el mal en la frente
con un caleidoscopio.

Fronteriza, la tarde se alarga
en fila infinita,
casi pensada para el pan.

En el cualquiersitio no se come pan.

Su costa tiene un mar violeta
que da impresión de saciedad
en caso de comer,
pues pan no hay.

En la entrada principal del cualquiersitio
hay un caballero de esmoquin
tomando tu boleto y tu tarjeta.

Y no es la aduana, pero parece.

El señor pregunta
cómo se ve una lágrima en un microscopio:
un laberinto en miniatura entre gris y azulino.

En la aduana sólo cantamos;
nadie midió mi mal.

Entré a cualquiersitio
con las manos dormidas.
Recuerda el cristal: el secreto.
Estás aquí por una razón.

Las calles son solo verticales
y están flotando;
las personas caminan al revés,

pero hay personas.

Busco conocidos en cualquiersitio,
algo de mí quiere fiesta.

Pero ni fiesta ni conocidos.

El mapa ante mí se despliega
en esta patria ajena.
Me disfrazo de visitante anónima;
los jardines no saben quién soy.

He visto a los árboles saludar
a las señoras que caminan en reversa,
a los gatos del tránsito.

Los árboles no se voltean con mi paso
ni se quitan el sombrero con gracia.

Es una hostilidad bien subterránea.

Días insufribles en cualquiersitio.
Me he perdido dos veces en su centro,
y las esquinas cambian de lugar.

Los ojos se me ponen negros,
se me doblan las rodillas.

Yo me preparé para esto.
Apuesto los dados, pienso:
cómo no voy a poder habitar.

Cualquiersitio tiene calles angostas
por las que me deslizo con holgura.
Una puerta se abre:
el tipo me dice “ven”,
y una luz roja le alumbra la nariz.

Bajando una escalera, me introduzco
en la zona roja de cualquiersitio.
Aquí cualquiera es zona de guerra:
las guerras son por equipos de cinco
y se tiran bombas unos a otros.

Me punza la cabeza.
El aire acá es azul.
Miro al tipo; me dice “ven”.
Lo sigo con torpeza y timidez.

En cualquiersitio las mujeres bailan
todo el tiempo.
Y yo no bailo.
Me hace notar el tipo.

Vine a cualquiersitio
a robarme un cristal un secreto.
Abro registro en el mapa
El deseo me asusta aquí
el aire azul me confunde
El tipo quiere agarrarme

Ahora yo camino en reversa.

La zona roja está atrás.
Mis maletas han sido registradas.
No tengo nada ilegal, pienso.
Me refugio en la casa de acogida
que tiene cualquiersitio para mí.

Otra mañana de plata.
Abro la bitácora de viaje.
El sol izquierdo despierta derretido.

No sé quién manda acá.
No sé si son jardines
o selvas muy cuidadas.

Todo es peligroso en su justa medida.
Avisan las abejas cuando viene un ciclón.

Me alimento mirando el mar.
Es cierto que es sabroso,
hasta cambia de menú.

Quiero volver.
Yo misma me traje hasta acá.
¿Qué vine a buscar?
¿Un secreto, un cristal,
o era un broche, o un sujeto?

He tenido demasiada confianza.
Se extienden las callejas de cualquiersitio
con la pasividad de un caracol.
Estás aquí por una razón.

Se te apretaron los nervios.
“Acá todas bailan” —dijo—,
y yo no bailo.

Regreso a veces a la zona roja,
cuando el clima lo permite.

He peleado ya dos veces en la guerra,
sin ninguna baja.
Me gusta inhalar el aire azul.

Hay una cierta costumbre en la espera.

Ahí lo vi.
No llevaba esmoquin.
Era una flor de cristal en la chaqueta,
y descubrí la misión.

Mírala.
No había una igual
en toda la galaxia.

Róbale y corre.

Detrás de su ojo vi el cubo de vidrio.
Puedo asaltarlo, pienso.

¿Cómo me introduzco?

Volví al refugio.
Comencé de a poco
a doblarme.

El ensayo del crimen
en la senda del mal.

Hacerme origami doce veces.
Tomar el cristal y correr.
Puedo hacerlo.
Está inmóvil.

El tipo lo trae hasta mí.

Me pliego doce veces.
Entro en el ojo.
Recuerdo el caleidoscopio.

Tanto mal había.

Rompo la caja.
Todo sangra.

El cristal aparece.
Florece magenta y azul.
No hay premios.
El resto es una caja negra.

Alejandra Decap Contreras (Santiago, 1992) es trabajadora de la educación, escritora y feminista socialista. Licenciada en Lingüística Hispánica por la Universidad de Chile, también incursiona en las artes visuales y la música. En 2016, publicó Informe sobre las veredas (Editorial Gato Jurel), explorando la vida cotidiana desde la poesía. En 2019, lanzó Hilo Azul (Leucocarbo Ediciones), presentado en el Centro Cultural de España. Ha participado en publicaciones colectivas como Rebelión en el Oasis (2021) y Una polifonía abortista (2024). Su trabajo busca generar diálogo y una mirada crítica sobre la realidad contemporánea.

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