Una voz poética desentierra los restos de un amor muerto, escarbando en la tierra y en la memoria. El poema entrelaza lo orgánico y lo emocional en un proceso de descomposición y renacimiento: el cuerpo de un amante se funde con la naturaleza, su piel convertida en corteza, sus restos alimentando la vida que sigue. Entre imágenes de podredumbre, insectos y raíces, la protagonista confronta el pasado, el deseo y la culpa, mientras busca sentido en la transformación inevitable. En un ciclo de pérdida y regeneración, la muerte se convierte en abono para un nuevo comienzo.
−Tenemos la noche
de nuestro lado.
Es lo último que nos digo.
Algo en mí se derrumbó.
Como un tallo enfermo,
apestado,
como carne que cede
al deseo
bajo su propio peso.
¿Este es el precio?
Dijiste.
Y el enigma cedió
fértil.
Entonces el jadeo inconstante,
este sueño que no me alcanza,
contrario a mi culpa
que se estanca
en una esquina.
Decido huir.
(quisiera oírte
desatar quejas,
como antes).
Corro.
Abro tierra a mi paso.
Los ramajes golpean,
desgarran mi enagua,
arañan mi vientre…
sé que buscan
−como tú−
retener mi capullo,
hundirme en tu fosa.
¿Es tu savia la que
rezuma tibia,
gotea lenta,
me embalsama la entrepierna
como si aún
me dieras
un último calor?
Las manos,
en tierra a fondo.
Las uñas molidas,
las grietas, a ratos,
sangran,
te nutren.
Sigo.
Escarbo.
Te busco.
Las piedras me salpican
los ojos.
Fijos.
Negras y diminutas −pienso−,
tus pupilas,
fueron
como fragmentos,
desechos,
cenizas de lo que fuiste,
polvo
que amé.
Elevo la mirada:
el tronco se pudre.
Contigo.
Las hormigas el luto enfilan
de nuevo,
emergen zigzagueantes
desbordan la mortaja
donde habitas.
Recuerdo
el huerto que has sido
(quizás venenosa hiedra)
no supe
antes
preparar
mi terreno.
Sigo.
Escarbo.
Te busco.
Escarbo
más profundo.
Tus raíces alcanzan larvas,
gusanos sellan tu boca,
se mueven en túneles,
tejiendo
nuestro olvido.
¿Que si temblaste?,
creo escuchar.
Soy yo la que tiembla,
desde la luna nueva.
El ciclo se completa en podredumbres,
mes a mes,
porque sostengo parte de ti.
Los insectos han hecho lo suyo.
Enjambres rodean tus musgos,
roncan secretos.
Pongo oído.
Un latido mudo.
Un eco que retumba en mis huesos.
Tú,
criatura
sepulcro.
Tu piel,
ahora corteza,
se agrieta al tiempo,
como si aún
quisieras…
−Tenemos la noche
de nuestro lado.
Es lo último que nos digo.
Aprenderé canciones para acunar,
bajo este follaje maldito,
brindo honores
al vientre bendito.
Sea flor y fruto
enraizado en mi canela
donde lo hecho reverbera.